Innovación: cuando el fracaso impulsa el éxito
06 Jul 2018
Un proyecto innovador es aquel que busca resolver un problema, uniendo los conocimientos con los recursos disponibles para desarrollar un producto que cubra las necesidades de los usuarios finales. Dicho de otro modo: innovar es mucho más que tener una idea. O, incluso, mucho más que tener una buena idea.
Ser creativo y constante forma parte de la esencia de lo que entendemos por innovación, pero esta, engloba todo el proceso que abarca desde la generación de una buena idea hasta la puesta en producción de un determinado producto o servicio y su lanzamiento al mercado. La innovación habrá sido un éxito solo si lo que se propone mejora sustancialmente la experiencia de usuario y, en términos generales, la calidad de vida de los clientes-ciudadanos. Es decir, si aporta valor.
La innovación tiene que proporcionar una mejora notable, ya sea a las empresas o a la sociedad. Pero, es cierto que, en nuestro país, no siempre se dan las circunstancias óptimas para impulsar un ecosistema de empresas innovadoras. ¿Crees que la innovación es cara? ¿Piensas que innovar es perder el tiempo? ¿Crees que copiar te permitirá llegar más lejos en menos tiempo? Todas estas cuestiones están sobre la mesa de muchas organizaciones en cuya lista de prioridades no se encuentra la innovación, precisamente, en una posición relevante. De hecho, según la última edición del informe ‘Global Innovation 1.000’elaborado por PwC, de entre las mil empresas cotizadas del mundo que más dinero invierten en I+D+i del ranking, solo ocho son españolas.
Sin embargo, existe un conjunto de empresas avanzadas que sí han entendido el valor de la innovación y que encaran activamente el desafío de impulsar la generación de un flujo constante de buenas ideas. No solo la generación, sino la puesta en marcha del proceso creativo, del desarrollo de un producto, de su propuesta de valor, de su financiación… Es decir, empresas que impulsan la innovación de principio a fin. Y que cimentan su propuesta, implementando políticas transversales y estrategias que facilitan el emprendimiento interno y el acompañamiento a otro tipo de empresas y startups con proyectos significativos y prometedores. Estas son las organizaciones diferenciales, que se desmarcan de sus competidores y que acaban liderando el mercado.
DONDE OCURRE LA MAGIA
El éxito, desde luego, difícilmente se encuentra en la zona de confort. Innovar implica también arriesgar y, en muchos casos, fracasar. Por eso es importante el desarrollo ágil y rápido de productos, servicios e iniciativas de innovación. Hay que estar en una fase de prueba-error constante hasta conseguir el éxito, dibujar objetivos claros y conseguir la implicación de los equipos involucrados en el proceso con capacidad para ir pivotando y midiendo KPIs. De forma que si nos hemos de equivocar que sea cuanto antes para liberar espacio, energía y recursos para empezar de nuevo.
Hay que iterar de forma ágil para encontrar el éxito, porque la velocidad a la que se mueve el entorno hace imposible trabajar con procesos, ni siquiera a medio plazo. Por eso es importante hacer pruebas de concepto e ir evolucionando los productos, añadiendo nuevas funcionalidades que estén validadas y contrastar que lo que se tiene, es realmente lo que demanda el mercado.
Desde luego, no hay una única forma de innovar. Muchas organizaciones optan por el intra-emprendimiento, otras por lanzar aceleradoras y otras, por invertir en la identificación y acompañamiento de startups prometedoras o con proyectos que tienen la semilla del éxito pero que precisan ordenar, estructurar, sistematizar y desarrollar. Da igual cuál sea la fórmula, lo importante es implicarse y mentalizarse de que para avanzar hay que probar.
La cultura de las grandes organizaciones ha quedado obsoleta respecto a la idea de cómo innovar, porque ahora ya no prima tanto el presupuesto sino el aprendizaje y la documentación de los conocimientos adquiridos en cada prueba, en cada ensayo, en cada iteración. Hay que poner el foco en el objetivo o, mejor dicho, en aportar valor a lo aprendido en el camino para desarrollar en el menor tiempo posible y con la menor inversión posible, el mejor producto posible.
EL LIENZO EN BLANCO
Igual que un artista afronta tantas veces el síndrome del lienzo en blanco, las empresas deben enfrentarse a los procesos innovadores sin miedo y con una mentalidad focalizada en el impulso del cambio positivo. Pero dar el primer paso, o incluso, antes de echar a andar, planificar cómo será el camino, cuáles serán sus etapas, dónde parar para ajustar los itinerarios, no es una tarea nada sencilla. Mejor, por tanto, si se estructura el proceso. Y más aún, si el camino se recorre acompañado.
Las grandes empresas hoy tienen problemas para innovar por su cuenta. Las startups, también. Las primeras porque a veces no tienen en sus equipos la implicación necesaria o porque la excesiva jerarquización les obliga a escalar cada decisión entre los diferentes comités de dirección. Y eso, ralentiza mucho el proceso. Las segundas porque a veces están excesivamente focalizadas en el desarrollo técnico de su producto que descuidan otros “detalles” estratégicos como el modelo de negocio que implementarán, el diseño del servicio o soporte que se prestará a los usuarios finales, la captación de clientes o la financiación del proyecto a medio/largo plazo, …
Por eso, una alternativa exitosa puede ser el emprendimiento conjunto. Grandes corporaciones que ayudan a startups en su proceso de identificación de ideas, en el desarrollo de un Producto Mínimo Viable y en el escalado y estructuración del plan de negocio. De este modo, basándose en la premisa del win to win, una vez desarrollado el producto y con un modelo de negocio validado, grandes empresas y startups deciden conjuntamente si incorporar el producto/servicio al negocio de la compañía mentora, si continuar con el desarrollo en paralelo, o si vender el producto/servicio a un tercero.
Es una forma de romper el hechizo, de poner en valor el trabajo conjunto y minimizar los riesgos. Pero en España hace falta impulsar la creación de un ecosistema de startups mucho más potente y que aporte una innovación mayor. Que las grandes corporaciones se animen a apoyar a las startups, comprándolas o integrándolas en sus procesos. También es importante que embeban de sus modelos de trabajo, más dinámicos, más flexibles y más ágiles.
INNOVAN LAS PERSONAS
Como hemos dicho, cuando una organización -directa o indirectamente- se plantea el desarrollo de un nuevo producto/servicio innovador es porque ha detectado una necesidad o un área de mejora. Y, generalmente, ese nuevo producto/servicio impactará sobre la optimización de la experiencia de usuario que parece ser la piedra angular sobre la que hacer pivotar cualquier iniciativa innovadora.
Sí y no. Sí porque, evidentemente, en la era digital, el usuario marca la pauta. Es el centro, en el que las organizaciones ponen el foco y el que tiene la llave del éxito o fracaso de cualquier iniciativa disruptiva. El usuario es quien decide y quien marca los tiempos. Y no, -o no solo- porque la innovación es un proceso tangencial en el que intervienen muchos elementos que deben estar en sintonía. De modo que, aún mejorando sustancialmente la experiencia de usuario FINAL, si las organizaciones no encuentran el punto de equilibrio entre la utilización de sus sistemas o tecnologías actuales y la implementación y uso de nuevos modelos e, incluso, nuevos procesos de negocio, más ágiles, y más atrevidos, la innovación dejará de ser viable.
Entonces, ¿cómo aunar la experiencia de cliente con una operativa empresarial más moderna? Quizá esa sea la clave. Es decir, buscar la transformación de las grandes empresas tradicionales, con modelos de negocio convencionales y formas de interactuar más propias de la era analógica e impulsar su conversión hacia modelos más parecidos a los de empresas como Uber, Airbnb, Amazon o Netflix que son los modelos realmente demandados por los usuarios. Es decir, dejar de hacer las cosas como siempre y empezar a hacerlas como quiere el cliente, o sea, como las hacen las nuevas empresas digitales de un modo más amigable.
Poner el foco en mejorar la experiencia de usuario no vale si antes no se pone el foco en mejorar internamente, sistemas, procesos y metodologías, siempre con un enfoque top down -de arriba abajo-. Por lo tanto, hay que imprimir también la innovación en los procesos, para modificar la forma en la que se hacen las cosas dentro de la empresa, y en la gestión, para definir nuevos procedimientos, modificar el modo y los canales de comunicación y relación con los clientes, proveedores y stakeholders, incorporar nuevas tecnologías, etc.
Pero, también, hay que impulsar un cambio en las personas. Estamos acostumbrados a trabajar de una forma jerárquica y con tareas y responsabilidades muy delimitadas y es preciso cambiar la mentalidad y buscar modelos estructurales más planos que apuesten por el bien común y por la colaboración. Equipos estables y unidos de expertos orientados a la generación de valor, alineados con los objetivos del negocio, autogestionados con metodologías ágiles y, en definitiva, equipos que prueban y evalúan, que ensayan, que fallan y que acaben desarrollando aplicaciones, productos y servicios innovadores a la velocidad de la luz.