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Observación, colaboración, y el efecto ¡WOW!

12 Dic 2018

De un tiempo a esta parte oímos hablar tanto de transformación, de tecnificación o de digitalización que perdemos un poco el foco sobre lo que realmente importa. Lo que encierran estos conceptos es el objetivo básico de cualquier negocio: proponer productos y/o servicios que aporten una mejora sustancial en un entorno o mercado concreto. Por supuesto, sobre la base de la calidad, la eficiencia, la rentabilidad y la competitividad. O sea que, se trata de diseñar un portfolio atractivo y que reporte beneficios recíprocos.

Pero, llegar a este “sencillo” resultado en un mundo globalizado, hiperconectado y cada vez más digitalizado implica apostar por la diferenciación y, en muchos casos por la personalización. Buscar elementos disruptivos que permitan la elaboración de propuestas que aporten un valor diferencial respecto a los competidores, ya sea en términos de precio, de usabilidad, de tiempo, de calidad o, simplemente, de atractivo.

Cuando hablamos de globalización y de digitalización en realidad hablamos también de que los cambios que se producen dentro y fuera de la organización lo hacen ahora a una velocidad de vértigo, lo que implica que las compañías deben ser ágiles y flexibles y mostrar una capacidad de reacción conforme a las nuevas exigencias.  O sea que, para presentar esas propuestas comerciales diferenciadoras y atractivas, es necesario también orquestar un funcionamiento interno dinámico, más elástico y resolutivo.

LA CLAVE ESTÁ EN LA INNOVACIÓN

Una de las claves para recorrer este camino tiene que ver con la capacidad de innovación que muestren las organizaciones. Y, cuando hablo de innovación no solo me refiero al diseño y desarrollo de herramientas o de tecnología, sino que hablo de otros aspectos complementarios como la metodología, la gestión o la relación con los agentes que completan su cadena de valor. Hablo, en realidad, de instaurar una cultura interna en la que pese tanto, la formación, el conocimiento, o la capacitación, como la curiosidad, la búsqueda permanente de la mejora continua y el potencial de sorpresa. Es lo que a mí me gusta llamar el efecto ¡wow!

Tengo muy claro que las empresas que no sean capaces de innovar o, mejor dicho, de orquestar una verdadera cultura innovadora en sus equipos, simplemente, desaparecerán. Es solo cuestión de tiempo. Ahora bien, la innovación es en proceso complejo que no se fundamenta únicamente sobre la presentación de una idea brillante o el descubrimiento de una tecnología revolucionaria. Innovar implica facilitar. Solo si la innovación propone mejoras significativas, medibles y cuantificables, será relevante. Si no, no.

Pero ¿cómo pueden las organizaciones identificar, definir e implementar soluciones facilitadoras, que fortalezcan el trabajo colaborativo y que tengan una base innovadora y creativa? Desde luego, no existe una fórmula universal y cada organización deberá encontrar la suya. Sin embargo, algunas propuestas apuntan en las siguientes direcciones:

Por un lado, la implementación de Observatorios Tecnológicos en los que, a través de un sistema de vigilancia permanente se recopile, se filtre, se analice y se difunda la información relevante acerca de las tecnologías emergentes que empiecen a despuntar o que se considere puedan llegar a hacerlo en años venideros. Tecnologías que, en solitario o integradas, permitan aportar esas soluciones end to end que demanda un cliente cada vez más empoderado.

Por otro lado, el acompañamiento de socios tecnológicos que permitan generar nuevas y diferentes oportunidades de negocio y descifrar tendencias futuras que ayuden a presentar soluciones más innovadoras. Es un proceso de Escucha Activa que ayuda a identificar qué fabricantes y qué tecnologías pueden ser relevantes. El papel de los analistas también es determinante para la toma de decisiones.

… EN LA COOPERACIÓN

Hemos de tener claro que, las reglas del juego han cambiado y que la cooperación empieza a ser una condición indispensable para navegar en el nuevo entorno empresarial. Por eso, establecer una política óptima de alianzas ya sean estratégicas, operativas, funcionales o tecnológicas ayuda a las organizaciones a abrir puertas a nuevas oportunidades de negocio.

En el caso de las alianzas tecnológicas, sin duda, facilitan la exploración de nuevas expectativas y la generación de nuevas competencias técnicas, valorando no solo los recursos propios sino también las aportaciones de otras empresas punteras que hayan demostrado ser líderes de mercado en diferentes áreas de negocio. Esto permite participar activamente en el diseño técnico y en ese primer nivel de conceptualización y alineamiento tecnológico que es vital para impulsar la diferenciación. Para ello -como decía antes- es necesaria la prospección continua del mercado, tanto de ideas, como de tecnologías para encontrar la mejor adaptación posible.

La capacidad de generar sinergias y la certeza de contar con tecnologías de última generación y equipos competentes y altamente cualificados facilita el acceso a mercados globales. La cooperación ayuda, además, a sentar las bases sobre las que intercambiar no solo tecnología, sino también, y más importante aún, conocimiento, haciendo que unas empresas aprendan de otras.

Acelerar esa transmisión del conocimiento es, precisamente otra de las ventajas que aporta la colaboración con startups, organizaciones nacidas al amparo del nuevo contexto empresarial con unas metodologías y unos procesos sin corsés ni prisas y de las que cabe la extracción de un aprendizaje permanente sobre la premisa del win to win. En este sentido, muchas organizaciones han apostado ya, por establecer programas de cooperación con startups a las que aportan espacios de trabajo integrados para la presentación de sus productos y servicios a posibles clientes o inversores y el apoyo que necesitan para la definición de sus estrategias y modelos de negocio. En este contexto fluye la creatividad, el intercambio de ideas y la cobertura metodológica y técnica necesaria. Un contexto en el que todos ganan, especialmente los clientes.

También de estos se puede aprender, y mucho. De nuevo en un entorno de colaboración, de escucha activa y de observación permanente es posible diseñar de manera conjunta soluciones que permitan resolver problemáticas concretas. Más aún, establecer flujos de trabajo y metodologías de gestión y diseño más flexibles y personalizadas que se adapten a requerimientos específicos. De hecho, es cada vez más frecuente encontrar organizaciones que implementan procesos de co-creación con clientes e, incluso, instauran nuevas formas de Desing Thinking con modelos de trabajo más ágiles y dinámicos.

…Y EN EL CONOCIMIENTO INTERNO

Por otra parte, hemos descubierto que es muy importante -cada vez más- recoger la experiencia interna que las organizaciones acumulan en sus diferentes áreas. Si tomamos como referencia, por ejemplo, el entorno de operaciones, encargado del Delivery de los proyectos, podríamos aprovechar el amplio conocimiento que atesoran -a veces sin ser incluso conscientes de su magnitud- para emplearlo en el desarrollo de soluciones nuevas, en la incorporación de una determinada tecnología a otro proyecto diferente o en la reutilización en nuevos entornos, de aplicaciones que hayan mostrado ya, sus fortalezas en otros mercados.

Sea como fuere, lo cierto es que el mercado evoluciona -como decía antes, a gran velocidad- y las organizaciones necesitan seguir el compás, proponiendo más y mejores alternativas, a veces, con menos medios y siempre con tiempos ajustados. Por lo tanto, para optimizar los parámetros de eficiencia que exige la nueva era hay que tratar de sumar conocimientos, recursos y experiencias. Hay que innovar para estar en la mejor disposición posible para definir soluciones funcionales, técnicas y de negocio que se adapten -como un guante- a diferentes entornos, sectores y mercados. Y hay que estar alerta y buscar permanentemente la excelencia.

Aquellas organizaciones que sean capaces de sumar experiencia de negocio, con un conocimiento profundo del mercado, con una visión tecnológica arraigada y con un carácter flexible y una mentalidad abierta para idear y pensar nuevos modelos de negocio, serán las que lideren en el ecosistema empresarial más competitivo que podamos imaginar.

Chus Pastor

Alliances Director

Estudió en la Facultad de CC de la Información y posteriormente realizó un Master en Multimedia y Video interactivo. Su carrera comenzó como desarrollador web en 1995, pasando por distintas compañías hasta incorporarse como director de arte en 1999 en la empresa Qarana Solutions. En 2002 entró a formar parte del equipo comercial de Vector y desde 2005 hasta 2015 dirigió el área de desarrollo de negocio. En 2016 ficha por VASS donde pasa a ocupar el puesto de Director Global de Banca.

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